"-Descubrí que el canto despertaba en mí un elemento que se repetía constantemente, casi a la manera de un estribillo, que era el protagonista y, al mismo tiempo, el guía en esta aventura: la emoción. Emoción al sentir la vibración de la voz cantada; emoción por las letras poéticas de las canciones; emoción a través de los personajes que habitan esas historias y con los que tantas veces me identifico. Comprendí que, de alguna manera, todo lo que emociona cura.." palabras de Marcela Pietrokovsky
Tomando esta frase dicha por la profesora Marcela Pietrokovsky relaciono sus palabras con el hecho de utilizar el sonido de la voz y de los instrumentos como disparador de emociones, lo que emociona cura, porque lo que nos enferma es precisamente lo contrario, lo que no da cabida a la emoción, lo que nos mantiene más cerca de la mente y más lejos del corazón.
Cuando las emociones son liberadas por medio del sonido, especialmente el de nuestra propia voz, se produce un alivio que podría graficar comparándolo a la presión de una olla de esas que se cierran herméticamente y que liberan el vapor por una válvula cuando han alcanzado su estado de ebullición. A lo largo de la vida acumulamos tensiones y emociones que no siempre hemos podido expresar tal como hubiéramos querido, es muy posible que no nos hayamos permitido llorar a gritos, gritar, vociferar y muchas otras formas que hemos sentido la necesidad de utilizar pero que las buenas costumbres y modales no nos hubieran aceptado.Quizás no expresamos en toda su magnitud un dolor profundo causado por una pérdida, un duelo o gran temor. Esas emociones no expresadas totalmente se quedaron grabadas en las células, en alguna parte de nuestro ser y causaron molestias, dolores, síntomas y hasta enfermedades. Por esa razón, al emitir sonido por medio del canto, en forma intuitiva, o también con canciones conocidas cuya temática literaria o cuya melodía nos "toca" el alma, sentimos que algo sale de nosotros, algo que no sabíamos que estaba allí...sale alguna emoción retenida y nos liberamos...sanamos viejas heridas.
Graciela Sutta